¿En qué se parece el marketing de algunas marcas con el Titanic?

No sé si será porque ya tengo ganas de playa, a propósito de las vacaciones de Semana Santa; pero pensé en esta analogía para compartirle algunas ideas con respecto a los cambios en el marketing que algunas marcas aún insisten en obviar.

Estamos en la era del marketing de contenidos. Eso significa que las empresas y organizaciones deben crear y distribuir contenidos de valor (propios o curados), en múltiples formatos, que acompañen a sus clientes ideales en sus procesos de decisión de compra. Y la pandemia vino a impulsar todavía más esta forma de relación.

A su vez, lo anterior está directamente relacionado con esta verdad: A NADIE le importa su marca; la gente solo se preocupa de sí misma. Y lo más curioso es que siempre ha sido así. Lo único que ha cambiado es que ahora es completamente evidente en el comportamiento de todos los consumidores, sin pena ni tapujos. Y, en parte, es consecuencia del “ego system” provocado por las redes sociales; pero, sobre todo, es una manifestación de la naturaleza humana: cada uno nos sentimos protagonistas de la historia de nuestras vidas.

Una lección de arrogancia

Justo, al llegar a este punto, es donde veo similitudes entre lo que pasó con el Titanic y la forma de proceder de muchas marcas en El Salvador y, por lo que he leído, también en el resto del mundo.

El Titanic fue un gran barco, una auténtica maravilla para su época. Y lo capitaneó un hombre con más de 40 años de experiencia: Edward Smith. Sin embargo, aunque en su época se liberó de cualquier responsabilidad póstuma por el hundimiento, con el paso del tiempo los historiadores han concluido que actuó con arrogancia y, en consecuencia, se descuidó e incumplió su obligación para con todos los tripulantes.

Él, junto con el resto de los oficiales, conocían sobre la presencia de icebergs en la zona no solo por experiencias pasadas, sino por señales de alerta que recibieron con anticipación durante la travesía, incluso desde el segundo día en altamar. No obstante:

  • No se reunieron para hablar de las señales de alerta.
  • No aumentaron la vigilancia ni alteraron el rumbo.
  • Se conformaron con seguir procedimientos operativos estándares.

 

Entonces pasó lo que pasó.

Comparativamente, hay marcas de todo tamaño, muchas con grandes productos y servicios; así como con trayectorias prometedoras o exitosas, que no quieren reconocer que deben cederles el protagonismo a los usuarios. Y, por ende:

  • Tienen una excesiva confianza en el modo habitual de hacer las cosas.
  • Recurren a excusas de falta de tiempo.
  • Manifiestan pereza ante una forma de pensar más abierta.
  • Carecen de voluntad para dudar un poco sobre lo que supuestamente saben.

 

Y aunque es un hecho que ninguna de ellas quiere vivir algo como lo del Titanic, ojalá logren observar y entender las señales del mercado, alterar el rumbo para comenzar a compartir contenidos de auténtico valor (a partir de toooooooooooodo lo que hacen y saben), más allá de solo publicidad.

De ese modo, podrán mejorar su posicionamiento en buscadores, fortalecerán la relación con sus clientes actuales y reducirán sus costos de adquisición de nuevos compradores, entre muchos otros beneficios.

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¡Hasta la próxima!

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