Siempre me ha gustado que el mundillo de las comunicaciones ofrece la oportunidad cotidiana de conocer una gran cantidad y variedad de personas: empresarios, psicólogos, abogados, estilistas, contadores, médicos, financieros, arquitectos, amas de casa, fotógrafos, ingenieros, chefs y por supuesto diseñadores gráficos.
Mi relación con los diseñadores gráficos comenzó incluso desde la etapa universitaria cuando preparábamos tareas que involucraban clientes reales a los que había que presentarles materiales de calidad. Y hoy, casi veinte años después declaro con orgullo y alegría que a varios de los que he conocido en el camino puedo llamarlos mis amigos.
Por eso ahora quise dedicarles este post y compartir las tres cosas más importantes que disfruto al trabajar con ellos en jornadas exhaustivas, durmiendo poco, comiendo regular y preguntándonos cuándo llegará el cliente que no haga ningún cambio jejejeje:
1) La relación simbiótica que nos une:
Desde que me dedico al diseño estratégico de mensajes y generación de contenidos reconozco con ojos frescos la multitud de implicaciones de la siguiente frase del filósofo Ludwig Wittgenstein: “El lenguaje es la base de todo pensamiento, incluso del pensamiento visual”. Y es que hasta los diseñadores necesitan palabras para concebir y desarrollar sus ideas…
Pero lo que realmente me interesa destacar aquí es que nuestras “especies” manejan interacciones estrechas y persistentes: ellos necesitan los textos (que casi nunca leen a consciencia, jajajaja) y nosotros necesitamos un buen diseño para presentar nuestro trabajo. Así de sencillo. Sé que no estoy diciendo nada nuevo, no obstante, me pareció fascinante encontrarme con el siguiente dato que demuestra económicamente el peso de su trabajo traduciendo los mensajes en imágenes: Las marcas globales gastan hasta 14 mil millones de dólares en la creación/mejora de su identidad y comunicación visual (Fuente: Marketing Week vía Stratton Craig).
2) Su afición de mantenerse informados:
La mayoría de diseñadores que conozco no tienen noción del tiempo, detestan que les pregunten si les falta mucho y creen casi a ciegas que las ideas más creativas sólo surgen horas antes del deadline…¡¡¡sin palabras!!! No obstante, como viven “conectados” al internet y a las redes sociales siempre están enterados de casi de todo: fotos, videos, campañas, música, arte, chismes, política, últimas noticias y la lista es interminable. Esa dinámica me parece fenomenal porque todos los que trabajamos con ellos nos beneficiamos de esas fuentes de inspiración poco convencionales y, al mismo tiempo, ellos tienen al alcance de la mano un escape mental más que imperativo ante la realidad de vivir frente a una Mac en modo 24/7 y más allá.
3) Su inagotable capacidad de “pensar diferente”:
Es muuuuuy común que los clientes se consideren a sí mismos diseñadores gráficos, y nosotros los comunicadores también caemos en esa tentación con facilidad. Precisamente para evitarlo, desde hace algún tiempo siempre que comparto una idea con un diseñador me muerdo los labios para darle los lineamientos justos y esperar ese momento en el que sólo sonríe (¡ya ha pensado en algo!) y toma lo que tiene a la mano para plasmar su interpretación de lo conversado mezclando realidad, fantasía y su toque personal. Indudablemente, las palabras desencadenan emociones y los diseñadores son geniales alquimistas integrando esos dos elementos en un material concreto.
Recientemente, a propósito de este tema, me encontré con “El tipo de la imprenta”: un servicio virtual de impresión (lástima que sólo opera en España). ¡No dejen de revisar su sitio web y mantenerse alerta de su blog! Representan una idea empresarial que se dirige especialmente a los diseñadores con una estrategia de branding rompedora, de “máxima resolución”. Aquí les dejo una imagen del calendario 2014 que ha sido ampliamente alabado por sus exigentes y críticos clientes.
